La reciente intervención del español Pablo Iglesias en Oaxaca suscitó un debate interesante sobre el papel del poder mediático en la democracia y el impacto de las ideologías en la construcción de narrativas de poder.
Iglesias destacó la historia de resistencia y lucha de Oaxaca, y reconoció los avances de la Cuarta Transformación en México. Al hacerlo, no solo elogió el carácter del estado y sus comunidades, sino que también estableció un puente de hermandad entre América Latina y aquellos sectores progresistas de España que comparten la misma visión de justicia y soberanía popular.
Iglesias expuso la complejidad de las relaciones entre la democracia y el poder mediático, y cómo, históricamente, la derecha ha reaccionado ferozmente ante los avances de la izquierda, no solo en España, sino en América Latina y el mundo. Recordó el caso paradigmático de Chile, donde la derecha, al sentirse amenazada por los programas progresistas del gobierno de Salvador Allende, recurrió a medios de comunicación y alianzas internacionales para preparar el terreno hacia un golpe de Estado. La figura de Agustín Edwards, propietario del diario El Mercurio, quien buscó el apoyo del gobierno de Estados Unidos, ilustra cómo la lucha contra las políticas sociales progresistas ha sido tanto una cuestión de política como de control ideológico. Para Iglesias, los medios no son simplemente canales informativos, sino actores políticos activos que moldean las percepciones y condicionan las realidades sociales.
Al describir la naturaleza del combate político, Iglesias enfatizó que la izquierda a menudo ha subestimado la importancia de la «batalla cultural», creyendo que mejorar la vida de las personas mediante políticas públicas sería suficiente para ganar apoyo popular. Sin embargo, advirtió que las políticas progresistas requieren una narrativa que las sostenga y legitime, ya que los medios de comunicación tradicionales suelen alinearse con intereses oligárquicos que defienden el statu quo. Iglesias citó las mañaneras del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, como un ejemplo de cómo la izquierda puede desafiar y contrarrestar la influencia de estos actores mediáticos, proponiendo una narrativa alternativa que fortalezca la identidad cultural y política del país.
El discurso de Iglesias también abordó la relación histórica y cultural entre España y América Latina, reconociendo la necesidad de un perdón oficial por los crímenes del colonialismo. En una crítica a la monarquía española, recordó cómo la Constitución española otorga al monarca la representación del Estado en América Latina, una disposición que perpetúa una visión colonialista en un contexto en el que los pueblos latinoamericanos han luchado por su soberanía. Para Iglesias, una verdadera relación de respeto entre España y América Latina debería estar basada en la igualdad, sin la idea de una «madre patria», sino en una hermandad entre pueblos soberanos.
En su reflexión final, Iglesias abogó por una democracia que no solo se limite a elecciones y derechos básicos, sino que implique una distribución real del poder en todas sus formas: económica, social, judicial y, sobre todo, mediática. En su opinión, los medios de comunicación deben representar una pluralidad ideológica y no ser un privilegio de las élites económicas. En este sentido, la Cuarta Transformación representa no solo un proyecto de desarrollo económico, sino también una revolución cultural y simbólica que redefine la identidad de México y su visión de futuro.
Iglesias concluyó afirmando que la política es, ante todo, una batalla cultural y que, para que la democracia sea real, la izquierda debe contar con herramientas mediáticas para sostener y defender sus avances. Su intervención dejó una resonancia profunda en los asistentes, quienes encontraron en sus palabras una reafirmación de la lucha por una democracia inclusiva y plural, capaz de transformar no solo las estructuras de poder, sino también el imaginario colectivo y cultural.
