MISAEL SÁNCHEZ
Cuando hablamos del dinamismo económico de Oaxaca, es importante destacar que Oaxaca cerró el año 2023 con un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del 7.6%, según los datos preliminares del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Este desempeño, muy por encima del promedio nacional, coloca a la entidad en un lugar destacado dentro del panorama económico mexicano, pero también revela una dualidad estructural que merece atención.
El análisis sectorial muestra un avance sin precedentes en las actividades secundarias, impulsado por un incremento del 45.2% en el sector construcción, que se posiciona como el principal motor económico del estado.
Este resultado refleja tanto la inversión en infraestructura pública como el auge de proyectos privados, consolidando a Oaxaca como un epicentro de desarrollo material y urbano.
El sector terciario, que incluye servicios de alojamiento temporal y preparación de alimentos y bebidas, creció un notable 25.5%.
Este repunte está estrechamente ligado al éxito del turismo y los eventos culturales como la Guelaguetza, que han convertido a Oaxaca en un destino predilecto tanto para visitantes nacionales como internacionales.
Sin embargo, el panorama no es homogéneo. Las actividades primarias, que incluyen agricultura y ganadería, cayeron un 1.8%, afectadas por un descenso del 3.5% en la producción agrícola. Este retroceso refleja la vulnerabilidad del sector ante fenómenos climáticos adversos y la limitada adopción de tecnologías modernas en el campo. La contracción en estas actividades subraya la necesidad de políticas públicas más integrales que promuevan la resiliencia y modernización del sector rural.
El PIB nominal de Oaxaca, estimado en 579,907 millones de pesos, desglosa su participación económica en un 56.3% del sector terciario, un 34.5% del secundario y apenas un 4.6% del primario. Estos datos evidencian una economía que, aunque diversificada, depende fuertemente de los servicios y la construcción, mientras que su base agrícola enfrenta retos significativos.
Los retos futuros para Oaxaca radican en consolidar este crecimiento económico con equidad. La generación de empleo, la mejora de los ingresos y la sostenibilidad ambiental serán fundamentales para asegurar que los beneficios del desarrollo alcancen a toda la población. En este sentido, la atención al campo y la diversificación económica podrían ser los pilares de una estrategia integral.
En un contexto donde los indicadores macroeconómicos son motivo de optimismo, el verdadero desafío es traducir este dinamismo en bienestar tangible para los oaxaqueños. La tarea no es sencilla, pero las oportunidades, como lo demuestra el crecimiento sostenido, están sobre la mesa.