Misael Sánchez
San Pablo Villa de Mitla, enero 24 de 2025.- En una mañana que presagiaba historia, esta comunidad se despertó entre murmullos de maquinaria, colores zapotecos y una expectativa palpable en el aire.
Ahí, en el corazón cultural de Oaxaca, el puente entre el pasado y el futuro se materializaba en una línea de asfalto que prometía transformar vidas, la carretera Mitla-Tehuantepec.
La escena no podía ser más simbólica.
Bajo un cielo claro, la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, acompañada del Gobernador de Oaxaca, Salomón Jara Cruz, y una comitiva de funcionarios federales y locales, arribaron al evento que sellaría la culminación de dos décadas de espera.
En cada gesto, en cada palabra, se percibía el compromiso compartido de unir el presente con el porvenir.
El gobernador Salomón Jara Cruz participó en la inauguración de la ceremonia con un mensaje de bienvenida que resonó entre los valles.
“Hoy celebramos no solo una obra de infraestructura, sino el sueño colectivo hecho realidad”, expresó.
Su discurso fue un reconocimiento a la perseverancia de las comunidades y a la visión del gobierno federal que impulsó esta transformación tangible.
La carretera, con una inversión histórica de 42 mil millones de pesos y la generación de 12,200 empleos, representa mucho más que una conexión física.
Sus 169 kilómetros de longitud prometen reducir los tiempos de traslado entre la capital del estado y el Istmo de Tehuantepec de cuatro horas y media a dos horas y media.
Sin embargo, las cifras por sí solas no cuentan la historia completa.
Para los habitantes de municipios como San Pablo Villa de Mitla, Santiago Lachiguiri y Santa María Mixtequilla, la carretera es un puente hacia oportunidades de desarrollo económico, turismo y comercio que antes parecían inalcanzables.
“Esto es la Cuarta Transformación,” declaró el gobernador, subrayando que cada kilómetro construido es un testimonio del compromiso gubernamental con las comunidades históricamente olvidadas.
El evento también tuvo un carácter profundamente humano.
La presidenta Sheinbaum destacó la importancia de este logro como parte de un movimiento más amplio de justicia social y transformación.
Con emotividad, reconoció el trabajo incansable de los más de 2,940 trabajadores que hicieron posible esta carretera, así como la colaboración con Grupo Carso y Banobras para superar los desafíos técnicos que implicaron construir 79 puentes, 10 túneles y 20 entronques.
El proyecto, concebido como un catalizador de desarrollo para el sureste mexicano, no es un hecho aislado.
La presidenta destacó que esta obra es parte de un plan integral que incluye otras infraestructuras clave, como la ampliación del Corredor Interoceánico y la modernización de caminos artesanales.
En sus palabras, “El desarrollo no es un privilegio; es un derecho.”
El eco del compromiso resonó también en los discursos de los representantes municipales y en las voces de los habitantes presentes, quienes celebraron la inauguración como un logro colectivo.
“Esta carretera no solo acorta distancias, también une sueños y esperanzas,” comentó un habitante de Nejapa de Madero.
Sin embargo, más allá de las cifras, los discursos y las promesas, la verdadera relevancia de la carretera Mitla-Tehuantepec radica en su capacidad para transformar vidas cotidianas.
Es una invitación a repensar el desarrollo desde las raíces, a construir un futuro donde la infraestructura no sea un lujo, sino una herramienta de equidad.
Al finalizar la ceremonia, entre aplausos y bendiciones zapotecas, no sin antes atender una protesta folclórica, la caravana oficial recorrió los primeros metros de esta vía que simboliza un nuevo capítulo para Oaxaca.
En el horizonte, el asfalto negro se perdió entre montes verdes, como una flecha lanzada hacia el futuro. Alguien más se perdió en el horizonte.
En el alma de quienes presenciaron este momento histórico quedó la certeza de que la transformación, como el camino, es constante y requiere de la voluntad colectiva.
Hoy, Oaxaca no solo abre una carretera; abre también una puerta a sueños largamente esperados, demostrando que, entre montes y horizontes, el progreso también tiene rostro humano.
