+ Crecimiento sostenido, nuevas rutas y la experiencia como destino integral
Oaxaca ha comenzado a reescribir su historia turística con cifras concretas y una lectura profunda de su realidad, más allá de playas y montañas, se posiciona como un mosaico de experiencias que convoca a visitantes de todo el mundo.
En la reciente conferencia de prensa convocada por la Secretaría de Turismo estatal, el director de Información y Análisis Turístico, Antonio Mario Aguilar López (Orador 11), presentó una radiografía precisa del comportamiento turístico durante la temporada de Semana Santa y Pascua, revelando tanto los avances como los desafíos del sector.
Según Aguilar López, durante las dos semanas vacacionales de abril, Oaxaca acumuló una ocupación hotelera promedio del 70.37%, distribuyéndose en 65.89% para la ciudad de Oaxaca, 81.64% en Bahías de Huatulco y 62.05% en Puerto Escondido. Estos porcentajes no sólo reflejan la preferencia de los visitantes, sino también la consolidación de los destinos tradicionales.
Sin embargo, el dato más revelador es la cifra total de turistas: más de 219 mil visitantes. Este volumen impulsó una derrama económica que superó los 1,520 millones de pesos, donde Huatulco lideró con 511 millones, seguido por la ciudad capital con 400 millones y Puerto Escondido con 141 millones. Estas cifras no sólo hablan de una afluencia masiva, sino de una redistribución inteligente del turismo.
Un punto destacado por Aguilar fue la inclusión de Zipolite en el monitoreo oficial por primera vez. Con una ocupación del 52% en sus 34 hospedajes monitoreados, esta playa nudista, famosa por su vibra libre y alternativa, se integra al mapa formal del turismo estatal. Además, se adelantó que próximamente se incluirán en los estudios de ocupación y derrama económica otras playas emergentes como Agua Blanca, Mazunte, Puerto Ángel y Cuatunalco.
Esta decisión no es fortuita: responde a un fenómeno en expansión derivado de la apertura de nuevas carreteras, como la Barranca Larga–Ventanilla, que acorta distancias entre Valles Centrales y la Costa. El turismo se diversifica, se descentraliza y empieza a reescribir su propio mapa.
Más allá de las cifras duras, el Estado ha implementado un sistema de encuestas de satisfacción aplicadas en pueblos mágicos y en la ciudad capital. Este recurso permite construir una radiografía del turista, sus expectativas y sus percepciones.
Los resultados preliminares son alentadores: los servicios de alimentos y bebidas registran índices de satisfacción positivos. No obstante, se identificaron áreas de mejora en la atención personalizada en restaurantes y en la disponibilidad de información sobre dónde comer. Aguilar López interpretó estos resultados como una invitación a fortalecer la capacitación en el sector, especialmente ante la alta rotación de personal.
Este enfoque revela una visión integral del turismo: no basta con atraer visitantes, es indispensable garantizar una experiencia de calidad. Saber si el turista encuentra una carta, un letrero, una sonrisa, o si se siente seguro y bien orientado, define su deseo de regresar.
El discurso de Aguilar López, aunque técnico, se inscribe en una narrativa mayor: la de un Oaxaca que entiende el turismo como una política pública transversal. Las cifras sirven, sí, pero como herramientas para planear, invertir y corregir. La inclusión de nuevas localidades, el monitoreo continuo y las encuestas son parte de una estrategia para hacer del turismo un modelo sostenible e inclusivo.
El Estado no sólo promueve su patrimonio cultural y natural, sino que construye una infraestructura de datos y participación ciudadana que lo convierte en pionero a nivel nacional. La mirada que se proyecta es la de un Oaxaca que se reconoce a sí mismo en sus rutas, en sus mercados, en sus playas pequeñas y en sus cocinas humildes. Un destino que no se agota en la postal, sino que se reinventa en cada experiencia.
El informe de Aguilar López deja en claro que Oaxaca no sólo recibe turistas: los observa, los escucha y se adapta a sus dinámicas. Desde Zipolite hasta Huatulco, desde el mezcal hasta los pueblos mágicos, cada rincón del estado se prepara para ser no sólo visitado, sino vivido.
El turismo oaxaqueño ya no se define únicamente por sus cifras de ocupación, sino por su capacidad de ser hospitalario, diverso y resiliente. En esta transformación, la cultura no es adorno, sino el eje de una experiencia turística que conecta, emociona y deja huella.