–
El Teatro Macedonio Alcalá, joya del porfiriato oaxaqueño, volvió a respirar solemnidad y memoria antes del mediodía de este 5 de noviembre. Bajo el resplandor de su cúpula dorada y con el eco de los instrumentos de su orquesta de cámara, la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO) celebró una sesión solemne del Consejo Universitario para investir con el grado de Doctor Honoris Causa a tres figuras cuyos nombres ya son parte de la historia intelectual y moral de México: Carmen Enedina Rodríguez Armenta, María Isabel Grañén Porrúa y David Rogelio Colmenares Páramo.
El acto, presidido por el rector Cristian Eder Carreño López, reunió a la comunidad universitaria, invitados especiales, académicos, estudiantes y autoridades. A esa hora, la luz del mediodía se filtraba por los vitrales del recinto y convertía la ceremonia en una celebración de la inteligencia, la ética y la educación pública.
La primera investidura correspondió a Carmen Enedina Rodríguez Armenta, directora general del CENEVAL y una de las voces más lúcidas de la educación superior mexicana. Ingeniera en computación por la Universidad de Guadalajara, maestra y doctora en gestión de la educación superior, su trayectoria fue descrita como la de una mujer que unió el rigor académico con el compromiso social.
En su discurso, Rodríguez Armenta habló con emoción de los orígenes y del futuro: “La educación pública mexicana es una obra colectiva”, dijo, “construida con la entrega de maestras, maestros y familias que cada día creen en su propio potencial, aunque a veces duden de sí mismos”. Recordó a las mujeres que abrieron camino, a las madres que enseñaron dignidad y a quienes, desde los pueblos originarios, demostraron que el conocimiento no tiene género ni frontera.
Con voz serena pero firme, insistió en la defensa de una educación pública, gratuita y de excelencia: “Las universidades deben ser faros de pensamiento crítico, de inclusión y de innovación al servicio del bien común”, afirmó. En la platea, los aplausos prolongados confirmaron que su mensaje trascendía el protocolo: era una defensa de la educación como derecho humano y como herramienta de libertad.
Después llegó el turno de María Isabel Grañén Porrúa, historiadora del arte, presidenta de Adabi de México y guardiana de la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa, joya documental que ella misma ayudó a rescatar del olvido. Su voz pausada y emotiva recorrió tres décadas de trabajo entre manuscritos, grabados y acervos antiguos.
“Oaxaca ha sido para mí un paraíso de belleza donde he sido acogida y regada con amor”, dijo ante el público que la escuchaba en pie. Relató cómo, en los años noventa, encontró en una bodega universitaria los libros apilados y olvidados que darían origen a uno de los proyectos culturales más importantes del país: la organización y traslado de la Biblioteca Burgoa al exconvento de Santo Domingo de Guzmán.
Su discurso, más que un repaso biográfico, fue una confesión de fe en la cultura como acto de justicia. “El patrimonio no es patrimonio para unos pocos, sino para todos”, afirmó. Hablar de Grañén Porrúa es hablar de la memoria viva de Oaxaca: de archivos restaurados, de comunidades que recuperan su historia, de libros antiguos que respiran otra vez entre manos jóvenes.
El tercero en recibir el reconocimiento fue David Rogelio Colmenares Páramo, economista oaxaqueño y actual Auditor Superior de la Federación. Su discurso, más íntimo que técnico, recordó una vida marcada por la educación pública. “Vengo de una historia sencilla, enmarcada por la orfandad de mis padres; crecí escuchando más silencios que certezas, pero encontré en la educación la oportunidad de soñar un futuro distinto”, confesó.
Con una mezcla de humor, memoria y gratitud, repasó sus años de estudiante en la UNAM, su participación en los movimientos juveniles de 1968 y su compromiso con la rendición de cuentas como principio democrático. “Las instituciones educativas deben ser ejemplo de integridad y de transparencia. No basta con enseñar valores; hay que practicarlos”, advirtió ante los universitarios.
Recordó también su paso por la Secretaría de Hacienda, la coordinación de la Convención Nacional Hacendaria y las reformas fiscales que beneficiaron al sur del país. En su tono se adivinaba la convicción del servidor público que no se desentiende de su origen ni de su destino.
El Teatro Macedonio Alcalá, escenario de tantas memorias culturales, se convirtió en cátedra viva de gratitud. Entre los acordes de “Dios nunca muere” y los aplausos finales, la comunidad universitaria de la UABJO celebró no solo a tres personalidades, sino a tres formas de servir al país desde el conocimiento: la ciencia, la cultura y la ética pública.
El rector Cristian Eder Carreño López destacó que las tres investiduras representan “el compromiso de la Universidad con el pensamiento libre, la excelencia académica y el reconocimiento a quienes han hecho de su vida una lección de servicio”.
La ceremonia concluyó pasado el mediodía, cuando los galardonados salieron al vestíbulo del teatro rodeados de amigos y académicos.
