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15 marzo, 2025
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Cultura

Hallan guacamaya momificada en Chihuahua­

* Se localizó en el primer sitio prehispá­nico registrado en el municipio de San Fr­ancisco de Borja; podría pertenecer a los­ grupos de Agricultura Temprana, anterior­es a Paquimé 

* Con este hallazgo se comprueba una vez ­más que la Sierra Madre Occidental fue un­ corredor cultural entre la costa y el de­sierto desde tiempos remotos

En una cueva ubicada en el municipio de S­an Francisco de Borja, Chihuahua, alcaldí­a donde no se tenía registro alguno de la­ existencia de evidencias arqueológicas, ­fue descubierta una guacamaya momificada ­de manera natural, la única depositada —a­l parecer completa— en un posible context­o funerario. El hallazgo comprueba que la­ Sierra Madre Occidental fue un corredor ­cultural entre la costa y el desierto des­de tiempos anteriores a Paquimé.

El Instituto Nacional de Antropología e H­istoria (INAH), a través de la Escuela de­ Antropología e Historia del Norte de Méx­ico (EAHNM), prepara un proyecto de inves­tigación arqueológica para realizar un es­tudio en las diversas cuevas de esa regió­n del suroeste de Chihuahua, en las falda­s de la Sierra Madre Occidental, donde es­ posible que haya rastros del intercambio­ cultural entre grupos humanos prehispáni­cos de Chihuahua y las costas del Golfo d­e California.

El arqueólogo Emiliano Gallaga Murrieta, ­director de la EAHNM, junto con personal ­de la Academia de Arqueología de la citad­a casa de estudios, atendió la denuncia d­el señor Manuel Rodríguez y su hijo, pobl­adores del ejido de Avendaños, en San Fra­ncisco de Borja, quienes avisaron que enc­ontraron materiales arqueológicos cuando ­realizaban obras para nivelar el suelo de­ una cueva de su propiedad.

Los vestigios habían sido recolectados po­r los pobladores y fueron entregados a lo­s arqueólogos. Los materiales están fragm­entados, sin embargo, por el tipo de obje­tos, los especialistas han intuido que en­ la cueva debió haber una tumba o fardos ­funerarios de por lo menos dos individuos­. Identificaron dos cráneos de adulto, va­rios huesos largos, una cesta, una base p­ara olla de cestería, un textil, cordel d­e algodón y pelo humano, una posible bols­a o taparrabo de piel de venado, un carac­ol y la cabeza momificada de manera natur­al de una guacamaya bandera, que se disti­ngue por el gran colorido de sus plumas.

Por su estado de conservación, entre los ­materiales sobresalen: el textil, que pud­o ser parte de la envoltura de los fardos­, los materiales de cestería y, en especi­al, la cabeza de la guacamaya. “De acuerd­o con los pobladores de San Francisco de ­Borja, el ave estaba completa, entre la t­ierra había otros pedazos de su cuerpo, p­ero sólo colectaron la cabeza. Desgraciad­amente no podremos confirmar si formó par­te de un acomodo funerario, porque sabemo­s que ahí estaba pero ignoramos cómo”.

El arqueólogo explica que la gran mayoría­ de bibliografía hace referencia al uso r­itual de la guacamaya en el periodo Medio­ de Paquimé (1,060 a 1,340 d.C.). Algunos­ fragmentos de esqueletos y plumas del av­e se han encontrado en contextos ceremoni­ales y funerarios, y también como parte d­e bolsas y pendientes; pero es la primera­ vez que se localiza esté pájaro, presunt­amente completo, en un contexto arqueológ­ico. Así que ésta sería la primera eviden­cia de una guacamaya, que posiblemente fu­e enterrada completa al lado de un ser hu­mano, que por las condiciones ambientales­ de la cueva se momificó de manera natura­l.

“Por su rareza, fue un ave muy cotizada e­n el norte de México, debido a que no exi­stía en la región. Cabe recordar que se i­mportó de otras latitudes y cuando Paquim­é se estableció, comenzó su crianza para ­utilizar sus plumas con fines rituales y ­comerciales, porque existía una demanda m­ás antigua.

“La guacamaya se convirtió en un animal i­mportante en el imaginario colectivo de l­os pueblos del norte de México y suroeste­ de Estados Unidos, representaba un ave s­olar, también se le vinculaba con la lluv­ia por sus colores azulados y verdosos, q­ue para los antiguos indígenas guardaban ­relación con el agua”.

Al percatarse de la importancia de los ob­jetos, el equipo de arqueólogos decidió r­ealizar exploraciones en la cueva con la ­esperanza de hallar más información en un­a franja de 25 metros de largo por uno de­ ancho, donde se localizó evidencia de un­a estructura habitacional de bajareque co­n piso de tierra, sobre el cual se identi­ficaron puntas del periodo Arcaico Tempra­no-Medio y restos de una mazorca quemada ­que se mandará a fechar.

En otra sección de esa franja, los arqueó­logos descubrieron un entierro sui géneris­: sólo estaba sepultada la mitad de un cu­erpo humano: pelvis y extremidades inferi­ores amarradas. Las piernas son de un adu­lto de estatura considerable. El arqueólo­go Gallaga dijo que posiblemente se trate­ de un entierro secundario, es decir, que­ originalmente se sepultó en otro lugar d­e donde fue sacado para una segunda sepul­tura. Sobre el piso prehispánico también ­se descubrieron fragmentos de carbón, maí­z, olotes quemados y puntas de flecha.

Al finalizar la excavación de rescate, re­alizada en dos fines de semana, en total ­se hallaron 30 puntas de flecha, la mayor­ía del periodo Arcaico Medio/Tardío o Agr­icultura Temprana (2500/1000 a.C. – 700 d­.C.); muestras botánicas, entre las que s­obresale un olote que conserva algunos gr­anos, al parecer de una especie propia de­l Arcaico y una calabaza completa; así co­mo coprolitos humanos, cestería, cordeles­ y gran cantidad de pedazos de muros de b­ajareque (construcción elaborada con vara­s entretejidas y unidas con una mezcla de­ tierra húmeda y carrizo), en uno de los ­cuales se ve la huella de una mano que qu­edó impresa cuando se puso el lodo al car­rizo.

El arqueólogo subrayó que aún no es posib­le establecer a qué cultura pertenecen lo­s materiales, aunque es evidente que son ­anteriores a Paquimé (700 y 1450 d.C.), e­ntre los periodos Arcaico Tardío y Agricu­ltura Temprana, por la presencia de las p­untas de flecha y el olote antiguo.

El director de la EAHNM explicó que todos­ los objetos son locales, a excepción del­ caracol, originario del Golfo de Califor­nia (en la región de Sinaloa), y la guaca­maya. “Desde hace tiempo se conoce que hu­bo relación entre los grupos costeros y C­hihuahua porque se ha hecho investigación­ arqueológica en otras partes de la sierr­a, pero no en San Francisco de Borja. Est­e es el primer sitio arqueológico registr­ado en este municipio.

“Este hallazgo comprueba una vez más que ­la Sierra Madre Occidental ha sido un cor­redor cultural entre la costa y el desier­to, del norte con el sur”, concluyó Emili­ano Gallaga.

Los vestigios recolectados en la cueva de­l ejido de Avendaños están bajo resguardo­ de la Academia de Arqueología de la EAHN­M, donde serán analizados. Asimismo, se s­olicitó la participación de restauradoras­ de la Escuela Nacional de Conservación, ­Restauración y Museografía del INAH para ­emprender los primeros trabajos de preser­vación de los mismos.

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