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18 noviembre, 2024
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Agenda

Entre las Aguas Olvidadas…

Misael Sánchez
En tiempos pasados, aproximadamente dos décadas atrás, cuando el reportero publicaba un reportaje del día a sus lectores, inclusive elaborar una nota informativa, el proceso implicaba iniciar con una idea y, en ocasiones, presentarla en la misma tarde ante la redacción.
Quizás por esa razón, la mayoría de los periodistas poseen una destreza profunda en la redacción, ya que tras escribir repetidamente acerca del suministro de agua potable, se veían obligados a cambiar su enfoque y abordar el tema de las descargas residuales.
Se configuraba así una especie de agenda, en ocasiones autónoma del periodista y en otras guiada por las directrices editoriales.
De este modo, germinaban las reflexiones, como por ejemplo, acerca del sistema de drenaje en la ciudad capital.
y es que, el lector, las audiencias, no eran tan visuales como ahora.
El reportero tenía que pensar, antes de ir con las fuentes, que en la penumbra de la ignorancia colectiva yacía y todavía yace, el drenaje de la capital de Oaxaca, un sistema vital que se desvanece en las sombras del olvido.
Un enjambre de tuberías que, cual vestigio del pasado, se contorsiona bajo el peso de la negligencia ciudadana y la desidia gubernamental.
En este oscuro escenario, el panorama se dibuja con trazos de decadencia, donde las aguas negras y pluviales fluyen, no solo por cauces preestablecidos, sino también por las grietas de una sociedad que parece haber olvidado su responsabilidad hacia la infraestructura que la sustenta.
Y allí estaba, el cristiano de ingrato trabajo, narrando las desdichas urbanas.
En un diálogo coloquial con varias fuentes, desmenuza los entresijos del sistema de drenaje, confesando sus raíces centenarias y sus tuberías de antaño, enterradas hace más de siete décadas, condenadas a una vida útil efímera.
Como una máquina del tiempo, nos transporta a los arroyos que antes eran calles, testigos mudos de una transformación urbana que dejó al sistema de drenaje en la obsolescencia.
La narrativa de quienes saben de estilo, siempre sabía encontrar a quien explicaba la dualidad del sistema: aguas negras versus pluviales.
Y así el lector se sumergía en la historia de drenajes pluviales convertidos en calles, truncados por la voracidad del asfalto.
Y allí estaban por las mañanas, los lectores, en el cafecito, con su periódico, sugiriendo el desazolve de los drenajes y la pavimentación con visión de futuro, desniveles y pendientes que desafiaran a las inundaciones estacionales.
En la maraña de desafíos, la conciencia ciudadana se presentaba como el hilo que podría guiar hacia la resolución de este enigma subterráneo.
Sin embargo, también había que deunciar una realidad más sombría: toallas, preservativos, papel, plástico, botellas, llantas, tierra, colchones y hasta animales domésticos como naufragios en el sistema de drenaje.
Qué bonito era convertirse en verdugo y participar en el diálogo de la irresponsabilidad ciudadana que ahoga las arterias urbanas.
Y también se denunciaba la ausencia de sanciones para quienes convierten el drenaje en un basurero clandestino.
En esta encrucijada de objetos atascados, el sistema colapsaba y sigue colapsado, siendo los mercados y algunos puntos citadinos los epicentros del problema.
En tal o cual colonia, más de 700 metros cúbicos de azolve y tres camiones de basura, rescatados tras una tormenta.
Un recordatorio amargo de que, todavía, aunque ahora ya ni llueve, una lluvia bastaba para desatar el caos.
Espérate. Y quién paga el servicio? Quién financia? Ningún ciudadano paga por el servicio de drenaje; los recursos del impuesto predial fluyen de regreso a las autoridades municipales, quienes, con ceguera burocrática –deberían usar lentes negros, para justificar sus «palos de ciego»– destinan los fondos a obras visibles, olvidando el sistema que yace bajo sus pies.

En este juego de desentendimiento, la infraestructura del drenaje se convierte en el fantasma del siglo XVI, un muerto que nadie quiere enterrar.
Actualmente, unos 300 kilómetros de redes de drenaje en la capital oaxaqueña requieren atención urgente.
Pero, la ciudadanía no vota porque quien le cambie el drenaje. Prefieren atole con el dedo.
Así, sin un presupuesto específico, el sistema de drenaje queda a merced de inversiones esporádicas y mínimas. Paradójicamente, después que ya colocaron pavimento nuevo en las calles.
Los ciudadanos, ajenos al costo real del servicio, continúan deslizando sus desechos en un sistema que agoniza, mientras las tapas de registro, otro tema, símbolos de un orden que se desvanece, son robadas sin piedad.
En el corazón de Oaxaca, las aguas olvidadas fluyen entre las grietas de la sociedad, arrastrando consigo la negligencia ciudadana y la indiferencia gubernamental.
Esto, más que un apunte para redactar un reportaje del día, es un eco de lamentos sepultados en las páginas de la prensa escrita, hace más de dos décadas y que sigue vigente e invita a reflexionar sobre la urgencia de rescatar un sistema que, al igual que sus aguas, se desliza hacia la oscuridad del olvido colectivo.

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