Algo tan básico como comer carne o huevos era inalcanzable para buena parte de la población rural de Tabasco y Chiapas.
Gracias a Oxfam México, seiscientas familias se benefician de forma indirecta de la cría de pollos o cerdos y la siembra de nuevas verduras y hortalizas.
Además de garantizar una alimentación más variada y abundante, el programa, que recae directamente en 181 mujeres, ha conseguido mejoras en materia de igualdad de género.
«Nos hemos dado cuenta de que no solo los hombres pueden trabajar y salir adelante, nosotras también podemos y estamos luchando para ello», exclama orgullosa la presidenta del grupo y futura cooperativa «Las Mariposas», Victoria Sánchez.
Esta mujer delgada, de 45 años y madre de diez hijos, que habla pausada pero sin ningún resquicio de timidez, trabaja junto con otras nueve vecinas en la siembra y en la gestión de una granja porcina en Arroyo Seco Miraflores, una comunidad ejidal e indígena chol en el sur de Tabasco.
Todas son madres, esposas, hijas e incluso abuelas. En sus rostros ni un ápice de cansancio, todo lo contrario, derrochan energía y ganas de prosperar. Saben que con su esfuerzo se han convertido en un sólido pilar de su familia y su comunidad.
«Gracias a nuestro trabajo ahora la gente come carne al menos una vez cada quince días. Si no tienen dinero se lo fiamos y cuando lo consiguen nos pagan», explica Victoria ante el asentimiento de sus compañeras.
En 2007 las fuertes lluvias y las inundaciones lo anegaron todo, destruyeron las cosechas y ocasionaron pérdidas insalvables que llevaron a la FAO a recomendar al gobierno la instalación de centros de distribución de alimentos en la zona, una petición que no tuvo la respuesta necesaria.
Desde entonces el quehacer de Oxfam México en el área de Acción Humanitaria, concretamente en la línea de rehabilitación de medios de vida, en una coinversión con Fundemex (Fundación del Empresariado Mexicano) y con la colaboración de organizaciones locales, ha permitido mejorar las condiciones de vida y establecer líneas de actuación a largo plazo.
«Se trata de un proyecto integral que hemos desarrollado en tres fases: la atención a la emergencia, la prevención y la rehabilitación de medios de vida. Esta es la última y ha estado enfocada a la autosuficiencia alimentaria y a la generación de empleo en grupos de mujeres», explica Teresa Cortés, coordinadora de Desarrollo de Oxfam México.
MEJOR ALIMENTACIÓN.
A los vecinos de esta población rural comprar un kilo de carne les costaba unos 120 pesos (9,20 dólares), 70 por adquirirla y 50 por desplazarse hasta la ciudad, una cantidad prohibitiva para la mayoría, que subsistía básicamente a base de maíz, frijol y sus derivados.
Ahora, al aire libre, bajo un tejadillo de aluminio que les protege del sol de mediodía, quince cerdos impecables, cinco grandes y diez pequeños, gruñen mientras les echan de comer y les lavan. Cada kilo de sus sonrosadas carnes se venderá en la comunidad a 45 pesos, menos de la mitad de lo que costaría adquirirla fuera.
Haber enriquecido la dieta familiar haciéndola más abundante y variada ha contribuido a mejorar la salud de las familias y a incrementar el rendimiento laboral y la atención de los jóvenes en los estudios.
«Nuestros niños se iban a la escuela sin desayunar nada y no tenían ganas de estudiar, andaban como tristes, ahora se van contentos porque tienen algo en su estómago», relata María Jiménez, otra integrante del grupo de 39 años, madre de cuatro hijos y abuela de una niña de dieciocho meses.
SUPERAR LAS CONDICIONES CLIMÁTICAS.
A varios kilómetros, en el vecino estado de Chiapas, con un clima endurecido por la altura, los habitantes de La Sidra, una población campesina e indígena tzotzil de 150 habitantes, han visto cómo mejoraba su dieta mediante la producción de verduras, hortalizas y aves en el denominado «traspatio» que rodea la casa.
«Antes teníamos puro frijol, ahora tenemos pollos, huevos, frutas y hortalizas y lo que no comemos lo llevamos al pueblo, lo vendemos y traemos otras cosas que aquí no hay como azúcar o jabón», indica Anadey Hernández, habitante de La Sidra, casada y madre de seis hijos, de ojos vivarachos y discurso ágil.
En la misma región chiapaneca, cubierta por la niebla y empapada por el lodo, aparece la población de Manzanillo Pinabeto, que trata de resistir las bajas temperaturas que han ocasionado incluso la pérdida de algunas gallinas.
Con sandalias de goma cubiertas de tierra mojada y faldas que dejan entrar el frío en los minúsculos cuerpos, las mujeres de una misma familia se arremolinan en torno a la cocina de leña en la que preparan, gracias a lo que producen en el solar, tortillas de maíz y caldo de pollo con verduras.
En esta zona, la extremada inclinación de las laderas y las cosechas, ha hecho que se ponga en marcha un sistema de producción denominado MIAF (Maíz Intercalado con árboles frutales), que además de procurar alimentos refuerza la tierra y evita las dramáticas consecuencias de las lluvias.
APRENDER A AHORRAR.
Hasta un quince o incluso un veinte por ciento de interés pagan en las zonas rurales por un préstamo que casi siempre se produce ante una urgencia o enfermedad, lo que ha motivado la creación de cajas de ahorros comunitarias.
«Nos hemos propuesto guardar las ganancias y no repartirlas, porque si pedimos dinero alquilado nos pueden quitar hasta la granja», razona la presidenta del grupo de mujeres de Las Mariposas.
María Jiménez, la abuela de 39 años de Arroyo Seco Miraflores, recuerda que tuvo que recurrir al dinero de la caja: «Mi nieta estuvo a punto de morir, ya no reaccionaba, yo no contaba con recursos y fui a hablar con la presidenta, me prestó el dinero, la llevé al médico y le salvé la vida».
La mejora de la alimentación, el empoderamiento de la mujer, la gestión de riesgos o el ahorro, son solo algunos de los pilares de este programa integral que ha conseguido a base de esfuerzo y trabajo dignificar la vida de muchos campesinos de Chiapas y Tabasco.