13 noviembre, 2025
Oaxaca MX
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Oaxaca frente al espejo de la muerte: INEGI

Misael Sánchez

Pasó el Día de Muertos. Las veladoras se apagaron, los altares se desarmaron, los tamales se enfriaron. Pero la muerte, esa que no se disfraza ni se pinta la cara, sigue ahí. No en los panteones ni en las calaveritas de azúcar, sino en los registros fríos del INEGI, donde cada defunción es una línea, un código, una estadística. Oaxaca, como cada año, vuelve a mirarse en ese espejo. Y lo que devuelve la imagen no es folclor ni tradición: es una radiografía cruda de cómo y por qué mueren los oaxaqueños.

En los primeros seis meses de 2024, Oaxaca registró 29,102 defunciones. La cifra, aunque menor que la de Ciudad de México o Veracruz, revela una tasa bruta de mortalidad de 688 por cada 100,000 habitantes, por encima del promedio nacional. No es la entidad con más muertos, pero sí una de las que más mueren. Y eso, en un estado con alta dispersión territorial, pobreza estructural y servicios de salud fragmentados, tiene nombre y apellido.

Las enfermedades del corazón encabezan la lista. No es metáfora. Son 6,743 muertes por infartos, insuficiencias, fallos sistémicos. Le sigue la diabetes mellitus, con 4,189 casos. Luego los tumores malignos, con 2,870. La muerte en Oaxaca no llega con violencia, sino con lentitud. Mata el azúcar, la presión, el abandono. Mata la falta de diagnóstico, la distancia al hospital, la espera en la sala de urgencias. Mata la pobreza.

Pero también mata el machete, la pistola, el accidente. Las causas externas —accidentes, homicidios, suicidios— suman 2,808 defunciones. De ellas, 1,233 fueron presuntos homicidios. En Colima, la tasa de muertes violentas es de 170.9 por cada 100,000 habitantes. En Oaxaca, es de 44.6. No es la peor, pero tampoco es baja. Y en municipios como Juchitán, Pinotepa o Tuxtepec, la violencia no es estadística: es rutina.

La muerte en Oaxaca tiene rostro de hombre. El 56.5% de los fallecidos eran varones. Y tiene edad: el 58.3% tenía más de 65 años. Pero también hay niños. En el primer semestre del año murieron 1,020 menores de cinco años. De ellos, 563 por enfermedades diarreicas agudas, 1,184 por infecciones respiratorias. En pleno siglo XXI, en un país con cobertura universal de salud, los niños siguen muriendo de diarrea y pulmonía.

El cáncer de mama mató a 206 mujeres. El cervicouterino, a 128. La insuficiencia renal, a 1,210 personas. La cirrosis hepática, a 1,356. La neumonía, a 1,497. La COVID-19, aunque ya no encabeza las listas, sigue presente: 1,435 muertes en todo el país, 61 en Oaxaca. La pandemia se fue de los titulares, pero no de los certificados de defunción.

En Ciudad de México, la tasa bruta de mortalidad es de 863. En Guerrero, es de 444. Oaxaca está en medio. Pero si se ajusta por edad —la tasa estandarizada—, Chihuahua encabeza la lista con 770. Oaxaca, con 656, está por encima del promedio nacional. No es percepción. Es dato.

Y sin embargo, en Oaxaca la muerte no es sólo tragedia. Es también ritual, memoria, comunidad. Se vela al muerto con mezcal y banda. Se le despide con flores y rezos. Se le recuerda con pan y papel picado. Pero eso no basta. Porque mientras se honra a los que se fueron, se sigue desatendiendo a los que están por irse.

El informe del INEGI no es literatura. No tiene adornos ni metáforas. Pero en sus tablas y gráficas hay una historia que duele. Una historia de desigualdad, de abandono, de sistemas que no llegan, de políticas que no curan. Una historia que se repite cada año, cada Día de Muertos, cada vez que alguien muere por causas evitables.

Y ahí está Oaxaca. Con sus muertos contados, clasificados, codificados. Con sus vivos esperando no ser la próxima línea en el Excel. Con sus médicos haciendo milagros sin insumos. Con sus comunidades organizándose donde el Estado no llega. Con sus mujeres cuidando a los enfermos. Con sus niños muriendo de lo que ya no debería matar.

La muerte en Oaxaca no es una postal. Es una urgencia. Y los datos del INEGI, más que un registro, son una llamada de atención. Porque detrás de cada número hay una historia. Y detrás de cada historia, una vida que pudo no haberse perdido.

Redacción de Misael Sánchez / Reportero de Agencia Oaxaca Mx

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