Sandra Roldán
Arsenio Sumano Contreras, campesino de La Ciénega, Zimatlán, se paró frente al micrófono con la seguridad de quien ha dedicado su vida a la tierra. Con un gesto sereno, agradeció al equipo político y técnico que le ha dado a su comunidad la oportunidad de soñar nuevamente con el campo.
Porque, como bien dijo, “¿Quién no se come un elote o una calabacita?” Esas palabras simples y directas resonaron como una verdad incuestionable: el maíz es vida, es cultura y es futuro.
Con el corazón en la mano, Arsenio compartió una realidad que muchos agricultores de su región conocen demasiado bien. “Los tiempos están muy difíciles”, afirmó.
Y no es para menos, pues los caprichos del clima han golpeado fuerte a los productores. “Ha habido tiempos que no llueve”, recordó, pero este año, gracias a las lluvias y al apoyo que han recibido, su rostro reflejaba algo más que cansancio: había esperanza.
El gusano, plaga que había devastado sus parcelas, parecía casi una metáfora de los obstáculos que enfrentan los agricultores oaxaqueños. Sin embargo, gracias al programa «Abasto Seguro de Maíz» y a la intervención a tiempo de técnicos y jóvenes del programa «Mi Primera Chamba», las soluciones llegaron justo cuando se necesitaban.
“Antes de este apoyo, producía seis toneladas en media hectárea”, explicó Arsenio con orgullo. Pero este año es diferente. La combinación de asesoría técnica y las ganas de trabajar han sembrado en él la certeza de que pueden superar esa cifra. “Ahora, con la parcela que tenemos, vamos a demostrar que sí se puede”.
Es en la palabra “trabajo” donde Arsenio hizo hincapié con más fuerza. El campo, según sus propias palabras, es “de batallarle mucho”. No es solo sembrar, sino dedicarse con esfuerzo y pasión, porque los insumos y el apoyo técnico son importantes, pero nada se logra sin compromiso. Su testimonio no era solo el relato de un hombre, sino el eco de cientos de familias que, como él, luchan cada día por sacar adelante la tierra que aman.
“Oaxaca sí se puede”, dijo con una firmeza que parecía desbordarse. No era solo una afirmación, era una declaración de fe en su tierra y en su gente. Arsenio habló en nombre de aquellos que, a pesar de las dificultades, creen en el potencial del campo. El maíz, ese alimento básico que se siembra con tanto esfuerzo, se ha convertido en símbolo de resistencia y esperanza para toda la comunidad.
En un tiempo donde muchos abandonan el campo, Arsenio y su gente demuestran que aún hay razones para quedarse, para luchar, para cosechar más que solo alimentos: cosechan futuro. Porque como bien lo dijo él, en Oaxaca, con esfuerzo y apoyo, sí se puede.
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